domingo, 5 de agosto de 2012

Goodbye.


Cierra los ojos, asustada. Su respiración se acelera cada vez más. Intenta concentrarse en controlar por lo menos eso, pero entonces se oye un ruido en la cubierta, algo que cae, algo pesado, y gritos. Y sus ojos se disparan hacia arriba mientras la tensión se apodera de ella. Oye sollozos, oye gente que grita e intenta escapar, escucha discusiones e insultos.
Se acurruca en un rincón de su camarote y lucha por recobrar una brizna de cordura en medio de todo ese caos.  Inspira. Espira.  Siempre ha disfrutado del caos, toda su vida ha estado gobernada por él, pero hace tiempo que descubrió que puede ser cruel y doloroso. Cuando perdió su peluche.
Se aferra a ese recuerdo como un muerto de sed a una gota de agua. Su peluche. Se lo regalaron cuando era un bebé y estuvo durmiendo con él durante más tiempo del que estaba dispuesta a admitir. Cuando estaba enferma…
La puerta del pasillo revienta. Oye el agua inundando el pasillo. Vuelve a tener taquicardias. Su instinto le ruega que se mueva, que corra, pero ella continúa sentada, testaruda. Inspira. Espira. Inspira.
…cuando estaba enferma se aferraba al pequeño peluche marrón y le susurraba sus dolores. Lo empapó mil veces con sus lágrimas cuando estaba triste. Le contaba cómo se llamaban los chicos de los que estaba enamorada y por qué se había enfadado con tal o cual amiga.
Inspira. Espira. El agua suena cada vez más cerca. Temiendo haberlo demorado demasiado, se levanta a por el puñado de pequeñas cápsulas. Inspira.
Cuando se mudaron de casa lo perdió. Nunca se lo confesó a nadie, pero le dolió muchísimo no poder acurrucarse a dormir junto a ese pedazo de felpa cálido y familiar, como una camiseta grande para estar por casa.
Le cuesta un poco tragar las pastillas, pero lo consigue con un poco de whisky. La conciencia de lo que acaba de hacer le golpea de repente como una maza, y tiene que recordarse que es lo mejor. Tiene pánico a una muerte dolorosa. No. Ha tomado la decisión acertada. Espira. Inspira. Espira.
Se tumba en la cama. El agua ha empezado a inundar su camarote.
Recuerda la alegría que sintió cuando su abuela la llamó para decirle que había encontrado su pequeño león en casa. De repente su habitación nueva le había parecido mucho más confortable. Era como recuperar un viejo amigo de la infancia. Había sido estupendo. Ahí sigue, en su casa, en su cama, aunque sea una adulta y ya no tenga edad para esas cosas. No le importa.
Le gustaría poder abrazarlo ahora mismo.
El agua alcanza ya el nivel de su cama. Inspira. Espira. Inspira.
Expira.

No hay comentarios:

Publicar un comentario