jueves, 13 de junio de 2013

Babylon.

Tu último grito me perforó los tímpanos, pero no con la fuerza suficiente. Después marchaste, dejándome la furia en el estómago y la tristeza en la garganta, o tal vez al revés. Te fuiste y se fueron contigo las trampas que hacíamos cuando jugábamos al escondite con el tiempo, y la costumbre de salvar nuestro mundo todos los días por la mañana.
Y aunque gritamos hasta dejarnos la garganta y las ganas, el sonido de tus suelas en el asfalto supo hablar más que tú de despedida.