La goma de mis zapatillas resuena contra el suelo y el lápiz
marca el acompañamiento en mi cuaderno. Es posible que hoy, como tantos días,
él sea el único capaz de salvarme.
El humo de mi cigarrillo trepa hasta tu ventana y me
pregunto dónde, cómo estás, quién besará esos labios que antes fueron míos.
Veintidós escalones pueden parecer tan largos como veintidós mundos. Abro el
cuaderno y el lápiz baila la danza de los versos de tu ausencia. Otra de
tantas. Otro de esos gritos mudos que nunca escucharás.
Expulso la última calada y te pienso un hasta siempre antes
de vestirme de nuevo la cobardía y volver por donde he venido.
Porque veintidós escalones pueden parecer tan largos como
veintidós mundos.
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