domingo, 26 de agosto de 2012

Cada uno en su lugar.


La goma de mis zapatillas resuena contra el suelo y el lápiz marca el acompañamiento en mi cuaderno. Es posible que hoy, como tantos días, él sea el único capaz de salvarme.
El humo de mi cigarrillo trepa hasta tu ventana y me pregunto dónde, cómo estás, quién besará esos labios que antes fueron míos. Veintidós escalones pueden parecer tan largos como veintidós mundos. Abro el cuaderno y el lápiz baila la danza de los versos de tu ausencia. Otra de tantas. Otro de esos gritos mudos que nunca escucharás.
Expulso la última calada y te pienso un hasta siempre antes de vestirme de nuevo la cobardía y volver por donde he venido.
Porque veintidós escalones pueden parecer tan largos como veintidós mundos.

miércoles, 22 de agosto de 2012

Bluebird.

there's a bluebird in my heart that
wants to get out
but I'm too tough for him,
I say, stay in there, I'm not going
to let anybody see
you.
there's a bluebird in my heart that
wants to get out
but I pour whiskey on him and inhale
cigarette smoke
and the whores and the bartenders
and the grocery clerks
never know that
he's
in there.

there's a bluebird in my heart that
wants to get out
but I'm too tough for him,
I say,
stay down, do you want to mess
me up?
you want to screw up the
works?
you want to blow my book sales in
Europe?
there's a bluebird in my heart that
wants to get out
but I'm too clever, I only let him out
at night sometimes
when everybody's asleep.
I say, I know that you're there,
so don't be
sad.
then I put him back,
but he's singing a little
in there, I haven't quite let him
die
and we sleep together like
that
with our
secret pact
and it's nice enough to
make a man
weep, but I don't
weep, do
you?

martes, 14 de agosto de 2012

Pain redefined.

El muchacho corría como si pudiera dejar atrás sus problemas si conseguía la velocidad suficiente. La grava crujía agradablemente bajo sus pies, pero él no lo notaba como otras noches.
La decepción, el dolor, del deseo de que sus sentidos estuvieran engañándolo, le consumía. Pero no era así. Él lo sabía. Era lo suficientemente honesto consigo mismo como para reconocerlo. Las personas, tarde o temprano, marchaban. Cambiaban. Se alejaban. Y él, invariablemente, se quedaba desconcertado, preguntándose cómo demonios habían podido tornarse así las cosas, por qué algo tan etéreo como el tiempo o las palabras o las reacciones hormonales podían trastocar de aquella manera su preciosa realidad tangible.
Redujo lentamente el ritmo hasta quedarse completamente quieto. Observó las casas, con sus luces apagadas y encendidas, y pensó en los miles de corazones que latían dentro de los miles de pechos que había en esos hogares, y en los miles de secretos que escondían aquellos corazones para los demás. Levantó la cabeza y miró hacia las frías y mudas estrellas. Un observador atento podría haber percibido el leve suspiro que elevó su pecho antes de reanudar la marcha.
Sobreviviría.
Como siempre.

domingo, 12 de agosto de 2012

He films the clouds.

El otro amaba como un esclavo, como un loco y como un mendigo. ¿Por qué? Pregúntale al polvo de la carretera y a las hojas que caen, pregúntale al misterioso Dios de la vida; nadie sabe tales cosas.
Ella no le dio nada, nada le dio y todavía él le agradeció. Ella dijo: ¡Dame tu paz y tu razón! Y él solo se lamentó que no pidiese su vida.

Pan,  Knut Hamsun.

jueves, 9 de agosto de 2012

B.


Empecé en aquel trabajo como empezaba en todos los demás: por pura suerte. Yo conocía al hijo de un tío que había llegado más o menos lejos en la empresa y el hijo habló con él y a la semana siguiente estaba ya trabajando allí.  Al principio me gustó. Era un trabajo. Quiero decir, tenía dinero y todo lo demás, y los viernes incluso tenía tiempo para invitar a alguna chica a cenar y luego llevármela a casa. Estaba realmente bien.
Pero luego aquel trabajo fue apoderándose de mí. El tío que acudía al trabajo era responsable, y respetuoso con la ley. Era ordenado. Y concienzudo. Desde el principio había llegado a un acuerdo conmigo mismo: ese hombre no sería yo. Podía fingirlo lo mejor que pudiera, pero no iba a serlo.
Hasta que un día estaba en mi apartamento y miré a mi alrededor y vi que mi habitación se había convertido en su habitación. Estaba recogida, y limpia. Me había planchado los pantalones de ir a trabajar. En el escritorio tenía uno de esos abrecartas que nos daban en la oficina. Y haciendo repaso, vi que ningún día de la semana anterior me había acostado después de medianoche.
Me había convertido en un hombre hecho y derecho, en ese futuro que todos los padres buscan para sus hijos y en ese marido que todas las madres quieren para sus hijas. Era una persona decente.
A la mañana siguiente no volví a trabajar. Nunca más lo hice.

domingo, 5 de agosto de 2012

Goodbye.


Cierra los ojos, asustada. Su respiración se acelera cada vez más. Intenta concentrarse en controlar por lo menos eso, pero entonces se oye un ruido en la cubierta, algo que cae, algo pesado, y gritos. Y sus ojos se disparan hacia arriba mientras la tensión se apodera de ella. Oye sollozos, oye gente que grita e intenta escapar, escucha discusiones e insultos.
Se acurruca en un rincón de su camarote y lucha por recobrar una brizna de cordura en medio de todo ese caos.  Inspira. Espira.  Siempre ha disfrutado del caos, toda su vida ha estado gobernada por él, pero hace tiempo que descubrió que puede ser cruel y doloroso. Cuando perdió su peluche.
Se aferra a ese recuerdo como un muerto de sed a una gota de agua. Su peluche. Se lo regalaron cuando era un bebé y estuvo durmiendo con él durante más tiempo del que estaba dispuesta a admitir. Cuando estaba enferma…
La puerta del pasillo revienta. Oye el agua inundando el pasillo. Vuelve a tener taquicardias. Su instinto le ruega que se mueva, que corra, pero ella continúa sentada, testaruda. Inspira. Espira. Inspira.
…cuando estaba enferma se aferraba al pequeño peluche marrón y le susurraba sus dolores. Lo empapó mil veces con sus lágrimas cuando estaba triste. Le contaba cómo se llamaban los chicos de los que estaba enamorada y por qué se había enfadado con tal o cual amiga.
Inspira. Espira. El agua suena cada vez más cerca. Temiendo haberlo demorado demasiado, se levanta a por el puñado de pequeñas cápsulas. Inspira.
Cuando se mudaron de casa lo perdió. Nunca se lo confesó a nadie, pero le dolió muchísimo no poder acurrucarse a dormir junto a ese pedazo de felpa cálido y familiar, como una camiseta grande para estar por casa.
Le cuesta un poco tragar las pastillas, pero lo consigue con un poco de whisky. La conciencia de lo que acaba de hacer le golpea de repente como una maza, y tiene que recordarse que es lo mejor. Tiene pánico a una muerte dolorosa. No. Ha tomado la decisión acertada. Espira. Inspira. Espira.
Se tumba en la cama. El agua ha empezado a inundar su camarote.
Recuerda la alegría que sintió cuando su abuela la llamó para decirle que había encontrado su pequeño león en casa. De repente su habitación nueva le había parecido mucho más confortable. Era como recuperar un viejo amigo de la infancia. Había sido estupendo. Ahí sigue, en su casa, en su cama, aunque sea una adulta y ya no tenga edad para esas cosas. No le importa.
Le gustaría poder abrazarlo ahora mismo.
El agua alcanza ya el nivel de su cama. Inspira. Espira. Inspira.
Expira.

viernes, 3 de agosto de 2012

After the earthquake.


Ambos sabíamos que aquello iba a acabar en algún momento, más temprano que tarde. Nuestro estilo de vida condenaba cualquier relación a la temporalidad. Aquello era así, llevaba siendo así mucho tiempo, y lo aceptábamos.
Construimos un pequeño mundo entre las paredes de tu habitación amarilla. Quizá no nos dimos cuenta en aquel entonces. Tú y yo y las drogas  mezclados hasta volvernos uno, creando una extraña realidad que solo nosotros éramos capaces de comprender. Nos tocábamos, nos sentíamos, nos fundíamos. Los únicos momentos en los que llegué a conocerte, a amarte de verdad, fueron entonces. Un instante antes del orgasmo, o  ese frágil momento en el que la heroína te dilataba las pupilas y tú me mirabas. Entonces eras mía, y yo tuyo, por una lenta fracción de segundo. Y todo fue mucho más intenso porque sabíamos que iba a terminar en cualquier momento. La vida nos envenenaba y nosotros respondíamos mezclando nuestras risas y sudores.
Fuimos efímeros, pero entre tus sábanas creamos la eternidad.