jueves, 26 de abril de 2012

Whisper of a thrill.


La mujer le observaba mientras la música inundaba la sala. Se había casado con ese hombre hacía tanto tiempo que le costaba recordar cuánto, y sin embargo le parecía un auténtico desconocido. Sus dedos rozaban el piano con una dulzura que nunca habían mostrado al acariciarla a ella. Tenía los ojos cerrados, se abandonaba en un gesto extasiado, en una entrega que a ella nunca le había sido concedida. Su boca carecía de ese gesto severo que solía adornarla, y parecía casi amable.

Habían pasado años hasta que se habían dado cuenta, ambos, de que nunca le había pertenecido. De que ella había sido siempre solamente suya.

Ahora ya era demasiado tarde.

lunes, 23 de abril de 2012

Autumn leaves.

Al principio les había mirado con indiferencia. Pero después, después me di cuenta. Uno de ellos tenía tu olor. Olía a antes. Al principio. Olía a abrazos y armas de destrucción masiva. Y a madrugadas de sábado.  Y a besos tan dudosos que parecían no existir.

Me senté allí, paralizada, sin saber qué hacer, simplemente inundándome. Hubiera dado un brazo porque ese momento no acabara, por poder sumergirme en él, para siempre. Porque ese olor, a pesar del tiempo, de la distancia, ese olor seguía siendo mío. Y tú, lo que fuiste, también. Lo entendí, y se me llenaron los ojos de lágrimas prohibidas.

Y entonces entró una chica vestida de viernes, apestando a Chanel nº 5, borrando cualquier rastro de reminiscencia y devolviéndome a la realidad de un olfativo bofetón. La odié por un segundo más de lo que he odiado a nadie en toda mi vida. Después recordé.

Estés donde estés, seas lo que seas, que sepas que aquella noche aún sigue siendo dorada.

miércoles, 18 de abril de 2012

Wind pipes.

Todos esos ricos en sus casas modernas de acero, cristal y madera. Acero, para recordarles que han triunfado, que son de lo mejor de la era actual, que están al día y siempre lo estarán. Cristal, para crear la falsa ilusión de que su modernidad no les atrapa, de que siguen siendo libres. Y madera, para fingir que no han caído en la superficialidad de alejarse demasiado de la naturaleza.

Casas hechas de mentiras, a las que difícilmente podría llamar hogar.

sábado, 7 de abril de 2012

El colmo de la historia.

Y yo, huérfana de padre, de besos, de lugares, de ti, desterrada a golpes de argumento de ese Jardín del Edén de papel maché que era nuestra ignorancia, caminante de oscuridades que alcanza a rozar la luz con las puntas de los dedos sin llegar jamás a bañarse en ella.

Yo, dudosa hija adoptiva de los descendientes de Caín, de los de Iván Drago, parte de esa prole de cuerdos  entre locos que ven la realidad a través del sueño, discípula de clarividentes poetas urbanos que sobreviven a golpe de bolígrafo y botella, orgullosa compañera de aquellos que todavía recuerdan alzar la cabeza para mirar a las estrellas de cuando en cuando, de los que destruyeron el "yo debería ser" y lo cambiaron por un desafiante "yo soy", de los que se atrevieron a pagar el precio de mirar a la verdad a los ojos.

Yo, que nunca encontré mi hogar por no saber buscarlo.

Yo, que  nunca fui otra cosa que mi propio hogar.

miércoles, 4 de abril de 2012

Wish you were here.

Haciendo el amor al sol, al sol de la mañana
en una habitación de hotel
sobre el callejón
donde los pobres hurgan buscando botellas;
haciendo el amor al sol
haciendo el amor junto a una alfombra más roja que nuestra sangre,
haciendo el amor mientras los chicos venden titulares
y Cadillacs,
haciendo el amor junto a una foto de París
y un paquete abierto de Chesterfield,
haciendo el amor mientras otros hombres -pobres idiotas-
trabajan.

Desde aquel momento (hasta ahora...
años, quiza, según otras medidas,
pero en mi recuerdo es sólo una frase reiterada)
hay tantos días
en los que la vida se detiene, frena y se sienta
y espera como un tren en las vías.
Paso por ese hotel a las 8
y a las 5. Hay gatos en los callejones
y botellas y mendigos,
y levanto los ojos hacia la ventana y pienso
ya no sé dónde estás,
y sigo andando y me pregunto adónde
va la vida
cuando se detiene. 



Charles Bukowski.