sábado, 7 de abril de 2012

El colmo de la historia.

Y yo, huérfana de padre, de besos, de lugares, de ti, desterrada a golpes de argumento de ese Jardín del Edén de papel maché que era nuestra ignorancia, caminante de oscuridades que alcanza a rozar la luz con las puntas de los dedos sin llegar jamás a bañarse en ella.

Yo, dudosa hija adoptiva de los descendientes de Caín, de los de Iván Drago, parte de esa prole de cuerdos  entre locos que ven la realidad a través del sueño, discípula de clarividentes poetas urbanos que sobreviven a golpe de bolígrafo y botella, orgullosa compañera de aquellos que todavía recuerdan alzar la cabeza para mirar a las estrellas de cuando en cuando, de los que destruyeron el "yo debería ser" y lo cambiaron por un desafiante "yo soy", de los que se atrevieron a pagar el precio de mirar a la verdad a los ojos.

Yo, que nunca encontré mi hogar por no saber buscarlo.

Yo, que  nunca fui otra cosa que mi propio hogar.

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