sábado, 12 de enero de 2013

La pluie.

La lluvia repiqueteaba contra el pavimento de la ciudad. Las bolsas de la compra le golpeaban en las piernas, no llevaba paraguas, y empezaba a sentir el frío erizándole la piel. Maldiciendo internamente el mal tiempo, se refugió en el primer portal que vio, a la espera de que amaniase la tormenta.

No fue hasta después de dejar las bolsas en el suelo y frotarse los doloridos músculos de los brazos cuando se dio cuenta de que no estaba sola.

-Menuda lluvia, ¿eh?-comentó.

El hombre asintió y le dio una calada a su cigarrillo. Expulsó el humo, lentamente, saboreándolo, sin despegar la vista de las gotas que caían fuera ni un solo instante.

Tras unos segundos de silencio ella empezó a sentirse incómoda. Se quitó el abrigo, lo colocó en el suelo y se sentó sobre él. Le sorprendió un poco comprobar que el chico la imitaba, colocándose a su lado.

-Espero que no tengamos que quedarnos aquí mucho tiempo. No quiero que se me estropeen las compras. He comprado material de dibujo, para mi hija, ¿sabe usted?. Le gusta mucho pintar, creo que llegará a vivir de ello, si se lo propone. Y no quiero que se me estropee, así que no puedo irme, por ahora. Pero tengo cosas que hacer, y seguro que usted también.

Él hizo un gesto ambiguo, que no era un asentimiento pero tampoco una negación.

-Es una artista, mi hija. En cambio, su hermana... está en plena adolescencia, y no hace más que darnos disgustos... No es por compararlas, no se crea, yo las quiero mucho a las dos, claro. Pero la pequeña... Que si suspende, que si llega borracha, que si contesta... lo normal, supongo. Está en la edad, ¿no?. Pero siempre que me imaginaba siendo madre, pensaba que mis hijas se abrirían a mí, que tendrían confianza conmigo y me contarían todo, no como a las otras madres. Qué tontería. Estoy muy preocupada por ella, pero también me cansa, es una lucha constante. Menos mal que tiene a su hermana. Se apoyan mucho. Qué sería de mí si no se ayudaran la una a la otra. Yo fui hija única, ¿sabe? Y es duro. Me alegro de que se tengan la una a la otra.

Su interlocutor se abrió la solapa de la chaqueta, sacó un paquete de cigarrillos y le ofreció uno.

-Oh, no, no fumo, muchas gracias. Mi marido tuvo un pequeño cáncer de pulmón, nada grave, no se vaya a pensar. Lo pillaron a tiempo. Pero él tuvo que dejar de fumar, así que hicimos un pacto y lo dejamos los dos a la vez. Discutimos bastante, en esa época, por los nervios, ¿sabe? y creo que en mi vida he hecho tantas tartas de chocolate... -se rió-. Pero el caso es que lo dejamos juntos y ahora ya ninguno de los dos fuma. Es un buen hombre, mi marido. Tiene sus cosas, claro, como todos. Odia que lo hagan esperar... y yo había quedado con él a las ocho para empezar a preparar la cena, tenemos invitados, hoy. Y estoy aquí sin poder moverme, no tengo batería en el móvil, así que no lo puedo avisar... espero que no se enfade mucho. Menudo fastidio, no poder salir, ¿no cree?.

El hombre dio una nueva calada a su cigarrillo y volvió a expulsar el humo, despacio.

-Creo-dijo a media voz- que debería usted observar la lluvia.

Ella, un tanto extrañada, le hizo caso, y miró las gotas que caían. Pasaron unos minutos, no habría sabido decir cuántos. Y recordó, de pronto, otro día similar, hacía ya muchos años. Ella debía tener ocho años. Su padre la había llevado a la feria, y había comenzado a llover. La gente corrió a refugiarse inmediatamente, pero su padre no. Él le deshizo las trenzas, le alisó el cabello sedoso, la tomó en brazos y bailó con ella hasta que el cansancio y la risa los derrotaron. Llegaron a casa empapados, pero felices. Y se dio cuenta de que hacía mucho tiempo que no sentía una alegría tan intensa, tan sencilla, tan libre.

-¿Sabe? Creo que cogeré ese cigarrillo.

4 comentarios:

  1. Interesante relato guapa,
    que tengas una buena semana.
    un saludo.

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  2. Carpe diem. Tanto tiempo pensando en el futuro y en el pasado que nos olvidamos de los más importante: el presente.

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  3. Para mí no hay más presente que ganarte a Triviados, soy una romántica <3

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